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CUANDO UN SER QUERIDO HA PARTIDO

  • Foto del escritor: psicsusanamg
    psicsusanamg
  • 2 nov
  • 3 Min. de lectura

Hoy, al celebrar este día, es importante reflexionar sobre lo que representa el duelo en nuestras vidas. Hablar de duelo puede resultar complejo, pues suele despertar diferentes sentimientos. En ocasiones, algunas personas evitan tocar el tema para no lastimar al doliente, considerando que hablar de ello podría hacerle revivir recuerdos dolorosos. Sin embargo, las pérdidas son parte inevitable de la vida. Blanco (2020) señala que el proceso de duelo puede resumirse en tres fases principales:


  1. Fase inicial: la primera reacción a la pérdida, caracterizada por bloqueo o descontrol emocional.

  2. Fase aguda: la persona empieza a distanciarse del objeto de la pérdida, puede perder interés en sus actividades y evitar estímulos que le recuerden el hecho.

  3. Resolución: supone reconectarse con la propia vida; el recuerdo de la pérdida provoca una mezcla de emociones positivas y negativas.


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La misma autora menciona además el modelo de Kübler-Ross, que describe cinco etapas:


  1. Negación: funciona como defensa temporal, una resistencia consciente o inconsciente a aceptar lo ocurrido.

  2. Ira: la persona se siente enfadada e injustamente tratada por la vida, y puede dirigir su enojo hacia sí misma, hacia el ser querido o hacia el sistema.

  3. Negociación: implica la esperanza de posponer o retrasar la muerte; es una última defensa frente a los sentimientos depresivos.

  4. Depresión: la persona empieza a comprender la inevitabilidad de la muerte y su estado anímico se ve afectado; puede aislarse socialmente. Aparecen emociones de vacío y soledad, que en un duelo normal son temporales.

  5. Aceptación: supone la resolución sana del duelo. La persona acepta la pérdida y el dolor asociado, y aprende a continuar con su vida.


Para ilustrar cómo se viven estas etapas, podemos considerar que, en un primer momento, nuestro cerebro se paraliza de manera biológica ante la pérdida y surgen múltiples cuestionamientos. Algunas personas pueden sentir culpa por asuntos pendientes; otras, incluso en medio del shock, experimentan gratitud por los momentos compartidos o las enseñanzas recibidas. A pesar de las distintas reacciones, lo más importante es respetar este proceso individual.


En segundo lugar, es válido que algunas personas experimenten enojo o frustración, cuestionen los motivos del suceso y piensen: “Si yo hubiese hecho…, si hubiese pasado…”. Este tipo de pensamientos refleja la necesidad de comprender lo ocurrido.


La tercera etapa puede manifestarse con frases como: “Está en un lugar mejor”, “No quiero hablar de eso, prefiero pensar que está de viaje” o “Solo necesito un poco de tiempo, pero todo está bien”. La persona puede aparentar calma, mantenerse ocupada y evitar abordar directamente el tema.


En cuarto lugar, la tristeza profunda se hace presente al aceptar que el ser querido ya no estará más. Es crucial permitir que el doliente exprese su tristeza a través del llanto e incluso de gritos. En estos momentos, lo que más necesita es compañía, un abrazo, y no consejos para “superarlo”. La tristeza, aunque dolorosa, es necesaria para llegar a la aceptación.


Finalmente, llegar a la resolución del duelo implica aprender a vivir con ese espacio vacío, integrando el recuerdo y las emociones asociadas.


Algunas personas intentan convencerse a sí mismas de que “olvidarán” al ser querido. A este respecto, es importante reconocer que, ante vínculos significativos, es poco probable que se olviden; sus palabras, anécdotas y recuerdos permanecen en nosotros, como parte de nuestra historia de vida.


Si existe algún pendiente emocional, se pueden realizar ejercicios para cerrar el ciclo:

  • Carta de despedida o reconciliación: escribir lo que quedó pendiente y, si se desea, guardarla o quemarla como símbolo de cierre.

  • Ritual con vela: encender una vela y dedicar unos minutos a recordar, expresando en voz alta lo que se quiera decir.

  • Línea del tiempo: trazar los buenos momentos, los difíciles y el de la pérdida, reflexionando sobre el valor personal de la relación y lo que se desea conservar.


En este día, envío un abrazo enorme a quienes han transitado por este dolor. Ayer, 1, y hoy, 2 de noviembre, podemos recordar con cariño a nuestros seres queridos, quienes dejaron huellas imborrables en nosotros.

 
 
 

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